Cuando hay gente que admiro, a la que me gustaría saludar o tener una conversación ligera con voz encantadora e inteligencia, sucede que recuerdo que soy un roedor, pasa que me crecen las uñas bajo los pies, las noto rizándose enquistadas, como un tacón en dirección opuesta, boa en popa o al revés, pasa también que noto como se me empieza a poner verde musgo, con sus mosquitos y su rascadura, la lengua y ya, más animal y bosque que persona locuaz, inauguro la huida.
Es difícil ser bonsái-ratón y quedarse a tomar una cerveza, sonreír sin trabajar sobre la búsqueda del queso y por tanto, de la trampa. Ante la posibilidad del cepo, absolutamente imaginario o diminuto si se lo interpreta, la velocidad.
Solo cambia cuando el queso lo has cortado y ofrecido, entonces como anfitriona brilla la guarida y le salen tensores de entusiasmo a la boca. Entonces sí. Cervezas como un río, croquetas como guijarros, del gris al marrón topillo y en las manos frutas silvestres. Entonces sí.
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¿Este texto es una disculpa? ¿Este texto qué, para qué, hacia dónde? Quizá son sólo ganas de volver a escribir aquí, pero la escritura también se hace cueva y a veces tiene puerta de entrada y a veces ha habido un derrumbe y sabemos el hueco donde están las palabras pero no se puede entrar: hay que ir quitando roca a roca y las manos se cansan de coger las piedras y los brazos se cansan de sujetar las manos.
Ha comenzado el año y con el comienza el deseo de que algunas cosas cambien, otras crezcan, otras existan. Que algo exista es difícil, porque la vida no es un acto de empeño y convencimiento, hay cosas paralelas que discurren a la vez, un golpe de suerte, un infortunio, que la planta se muera sin acabar de entender por qué, cuando cada año la luz es la misma y lleva inviernos a tu lado. Ahí fuera el escenario es hostil y la gente buena guarda silencio, en eso sí creo que podemos hacer algo, un poco de ruido, una provocación tierna intentando hacerlo bien, cuidar, querer, construir de forma colectiva. Ojalá sí, ojalá hacerlo, es urgente. Hacer una tribu buena, con sus manías, sus diferencias y sus errores, pero buena. Hablar de ello, contagiar de este deseo, ser contestatarios.
Pero en la realidad soy un bonsái-mustélido con dientes de cartón. Puedo desde el píxel reconocer la urgencia, ¿puede cambiar el susto si el objetivo es la suavidad?
Hola. Yo también soy bonsái-ratón
Buah, qué derroche! <3