La dulzura es con pinchos, como una baya.
Comparto por aquí, como quien divide y ofrece la última croqueta en trozos minúsculos, algunas ideas sobre poesía y sobre el Ornitorrinco.
Esta tarde a las 19h tengo la suerte de charlar con Luz Pichel alrededor del último libro de poemas que he publicado.
Va a ser una charla donde se verá la puntita del iceberg porque Luz, que es en sí regalo, lleva desde pasado Reyes cruzando emails conmigo donde al principio hemos pensado y compartido preguntas alrededor de la poesía y luego, al final, sobre el poemario. A mí, que soy mejor divagando que defendiendo lo que he escrito (inmediatamente me avergüenza y quiero desaparecerme y desaparecerlo) me ha encantado pensar con ella sobre lenguaje, traducción, contarle mis pajarerías grandes al respecto y luego ver que del poemario que intenté me queda sobre todo el sonrojo.
Sí me he dado cuenta de qué queda de aquella escritura en la escritura de hoy y que sí, en parte, escribo hacia delante. Que cada vez disfruto más escribiendo, que cada vez lo hago menos acorazada, más costumbrista, más hacia el barrio que es mi suelo conocido. Que este poemario, el Ornitorrinco, es un baile esperpéntico, exagerado, casi soez, y ahora estoy más en un contoneo lento.
Confirmo que las temáticas son excusas y a la vez son raíz, ¿puede el origen ser una excusa?
Comparto por aquí, como quien divide y ofrece la última croqueta en trozos minúsculos, algunas ideas sobre poesía y sobre el Ornitorrinco que no sé si se verán esta tarde, pero sí sé que me las quedo y atesoro de la conversación con Luz:
El poeta como obrero, como orfebre y no como vehículo místico: se hace lo que se puede, en esa resistencia entre lo que se intenta y lo que se logra está el deseo de seguir leyendo y tanteando escrituras. (Esto me lleva a recordar a una profesora que tuve que nos hizo durante un curso dibujar con la mano contraria a la de nuestro uso habitual, quizá escribir pasa por cambiar el lugar del tacto, llevarlo al ojo, el gusto, a los pies)
Intertexto: algo que sucede en el poemario y que sucede en la vida. Sin ir más lejos, pongo Luz Pichel en mi Evernote y llego a las primeras notas que tomé escuchándola en un L de lírica de hace tiempo (según la nota un 13 de marzo de 2023), anoto que dice o que entiendo que dice "Es traducir mundos, no traducir lenguas". Una de los puntos que hablamos en la conversación previa a la presentación de esta tarde fue sobre la traducción, ¿lo hablaremos hoy? No lo sé. Pero veo que en lo que pienso ya está la semilla de lo que le escuché a Luz (de lo que le he leído a Mariano en su Tensión y Sentido) y que apunté: seguramente andaba pensando sobre o desde la traducción entonces (desde la mía, que no sé idiomas, pero este es otro tema) lo que tiene mucho que ver con la idea del poeta como orfebre, como obrero, cazador de aquello que le ocupa.
¿No es verdad que leer es traducir? Pregunta-afirma Luz. Yo le paso adjunta a esa contestación un textito tonto de hace un tiempo para la desaparecida revista agua y le contesto que subo la apuesta a que vivir es traducir. Estoy conforme hoy, mes y pico más tarde, con esto que pienso, quizá por eso es tan difícil entenderse, porque estamos todo el rato tratándonos de traducir. Esta pregunta va unida a cómo es eso, cómo se hace eso, de leer poesía ¿es tratar de entender entre lo alambicado algo clarito? Yo sé que no leo así pero a la vez sé que es inevitable leer así, por lo que es una absoluta mentira que no lea así, pero no leo así y ambas cosas son verdad (esto también con qué es la poesía y qué es la vida: contraria y cierta a un tiempo). Añado que escribir (y leer, que es reescribir) es traducir más despacio, con más herramientas. También me quejo (sí, yo soy muy quejosa, pero eso ya lo sabíamos) de la lectura de poesía-flechitas, la de decir lo que el autor ha querido decir exactamente, como una disección, tan habitual del instituto, y precisamente como disección, una muerte al poema, que es un animalillo vivo.
Poemas guiso: Me explico, yo he estado mucho tiempo compartiendo un laboratorio de creación con escritores increíbles, y siempre estaba la cosa de que un poema demasiado lleno puede asfixiar el poema, que debe ir de una cosa, no de cinco. Yo no estoy de acuerdo (y por supuesto, estoy de acuerdo), pero me gustó pensar que "mi abuela es costurera y a mí me van los botones desparejados, uno aquí y otro allá". Es decir, que no me interesa el poema chimpún (me dice el corrector que chimpún no, que chimpancé: a veces la vida merece la pena por estas cosas), me apasiona lo indigesto.
Hablo de:
mi mala baba en el poema: sí, yo tengo rabia. Soy una persona con mucho contenido rabioso, en este poemario hay a ratos mucha rabia, pero de la jodida, de la con inquina. En el poemario que viene puf, ni te cuento (durante la conversación lo defino como "fucsia cabreado"), en el siguiente que piensa sobre la locura, hasta escupo (aunque este poemario pinta a que será inédito para siempre). Rabia de mala baba, de fondo enfermo. Sí, el libro se titula La dulzura del ornitorrinco.
mi esperanza, que son las preguntas y que la poesía lo que hace son preguntas nuevas. Esto lo creo firmemente. También sobre mi humor raro, como escafandra hacia un mundo que no entiendo. ("profética verdad, ponme un café")
el sonido como linternita de hallazgos: por eso la poesía. Se pregunta Luz si en la poesía es la lengua la que arrastra la idea y lo releo ahora y creo que sí: esa es la definición de la poesía. El sonido provoca sentidos.
La poesía es profética: esto lo sé y lo dejo dicho, para cuando os suceda.
Esto sobre la poesía, luego sobre la cosa de echar un libro ahí fuera la conversación está cosida a inseguridades, porque sí: asusta. Publicar un libro generalmente tiene que ver con hacer muy poquito ruido, pero algo, y recibir una cantidad grande de silencio. Esto me hace recordar algo que escuchamos en Sevilla la pasada semana: es en el silencio, para los cristianos, donde aparece el maligno, por eso las campanas, los cantos, el ruido. Pienso que qué inteligente, es en el silencio donde se puede pensar y decidir, esto no, esto quizá, pero también donde asaltan los miedos, las inseguridades, movámonos rápidos, hagamos ruido. Pero sí, es en el tiempo blanco donde salen las zarpas y es difícil ponerles aretes, guirnaldas, quererlas como son, criaturas asustadizas que nos intentan cuidar.
Lo más divertido de la poesía es pensarla mientras ella se esconde, traviesa.
Ojalá siempre poder hacerlo desde la conversación (porque sí: leer también es conversar con lo escrito y con el cómo de lo escrito).
Poemario de pájaros 🦆🦜🦃🦚🦤🐦⬛🦅🦩🐦🦉🪿🕊️🐤🐓🐧 PLIS.