La expectativa: un ejército de hormigas cojas
La expectativa: dos botes de orina, una plaza fija y tirar los apuntes, que están comenzando a hacerse dueños de la casa y que cualquier día tomarán forma de sarcófago alrededor de mi cuerpo.
La vida se explica en los detalles: estos amplifican, chirrían, reflejan quienes somos y, especialmente, que somos como podemos, con poco margen de elección.
(No sé si creo esto pero creo que creo esto, en parte: hay muchos condicionamientos, muchos giros, hilos que no podemos coger para tejer la trama, quizá por eso la gente escribe narrativa, para tener la sensación de que todo es consecuente y pueden decidir esto o aquello. Quizá por eso no escribo narrativa, porque entiendo la vida como un humificador en modo intermitente que no tiene bien cogido el pulso al ritmo y escupe, pluf, según lo logra, errático, completamente ajeno a su motor, mientras que éste, indiferente y caprichoso, heredero de la genética y el entorno, se avería)
En este caso son dos los detalles: orina y oposición. Será que la o aumenta el grito o el susto (pictóricamente esto es una certeza).
La expectativa: dos botes de orina, una plaza fija y tirar los apuntes, que están comenzando a hacerse dueños de la casa y que cualquier día tomarán forma de sarcófago alrededor de mi cuerpo pálido con glúteos que echan callo, como una corteza.
La realidad:
-De la orina: es importante matizar mi relación con el pis. Digamos que es constante, especialmente ahora por una serie de circunstancias, soy de las que se levanta una o dos veces a la noche y por la mañana aún parece que hubiese un Nilo esperando. Cuando trabajaba al teléfono mi ritmo era de ir a hacer pis una vez a la hora, no sé si con el tiempo ha aumentado. Soy una clara candidata de futuro para las compresas que anunciaba Concha Velasco, aunque me falta el lunar simpático de la actriz que sí me pintaban de pequeña para San Isidro, con el traje de chulapa que aún sueño tener de adulta. Conocido el contexto: sólo debía llenar dos botes, dos, algo que para mí debería ser más fácil que respirar. Fue imposible. Ni bebiendo dos vasos altos de agua. Sencillamente no salía. Cuerpo cerrado, como una conserva al vacío de 1816.
-De la oposición: meses estudiando, datos en mi cabeza saltarines, conversaciones donde yo contaba todo lo que sabía, varios test diarios, simulacros con notaza, esperanza y albedrío y mi hermana esperándome con un ramito de claveles preciosos y entonces, las hormigas. Hormigas por la cabeza, saliéndome por los ojos, torpes, viendo dónde estaban las trampas pero acumuladas unas sobre otras, patas sobre cabezas, cabezas sobre traseros, trozos de paja y migas, el examen como un foso donde la vista hace chispitas y.
Argh. La información diluida como mantequilla caliente sin croquetas de consuelo al final.
-De la vida: retomo este texto mes y pico más tarde. Parece que en casa el calor ha diluido las paredes y la boca está seca como el saco de arena absorbente de los gatos, bebo y bebo agua y la boca sigue seca y la cabeza está llena de serrín y el cuerpo funciona en piloto automático pulsando hambre y acidez cada tres horas. Sí, la vida son los detalles y a veces la vida parece el fondo de un estuche lleno de trocitos de mina, lascas de goma de borrar y papelitos diminutos, todo amalgamado como un cemento escolar. Supongo que eso y pelos de gato resume bien cómo ha sido la vida en este mes y medio, pausado el estudio, desértica la lectura, bola de pelos silenciosa balanceándose al ritmo del ventilador sobre la loseta.
La expectativa es no saber escribir normal, ya no digo bien, cuando te toca rellenar un formulario, que se te confundan las letras y veas como lo que queda en el folio no corresponde a tu intención ni a tu caligrafía, pero hay que entregarlo pronto, porque el tiempo.
Los plazos de la vida los cumplí con facilidad hasta segundo de carrera, desde entonces el acierto está esparcido como confeti, si coincide que previsión, objetivo y consecución caen en la casilla esperada casi dudo de que se trate de mí y no esté ensoñada en la vida de otra. Quizá por eso ordeno las carpetas y pongo en calendario con antelación todas las cosas, como si así pudiese lograr que de nuevo sea primavera en primavera, verano en verano, otoño nunca hubo en Madrid, invierno, puntual.
No llené los botes de orina, no aprobé la plaza, los apuntes siguen ocupando hueco por toda la casa, pero los gatos ronronean y todo crece según lo previsto, quizá pronto las lecturas, escribir un poema o dos, dinosaurios que cantan como pájaros graves, calendarios con cosas, la puntualidad del kiwi sobre el cuerpo.
La vida tiene su propio orden y sabe qué hacer, incluso con nosotras. Puede que tu cuerpo en vez de cerrado ande protegiendo lo muy valioso, este tiempo y lo que sabe.
Los restos de mina y los pelos de gato... todo esto sabiendo que existe Lápiz. Escribimos por los detalles, y en verano parece que los respectivos al encierro y a la sombra. PD: Cariñitos a Lápiz.