Papá y mamá están cojos.
La palabra cojo alberga muchas graduaciones.
Papá y mamá están cojos, cada uno por su lado, desde que tenían 18 meses, que no a la vez, porque mamá nació en julio y papá en diciembre. Estaban cojos cuando nacimos y siguen estando cojos ahora. Además, son cojos, claro. Estar tanto tiempo en una categoría te lleva a ser esa categoría, si bien hoy son más cojos que nunca.
Escribo esto con el deseo de recordar, de ver cómo cambia todo con el tiempo, cómo han llegado a ser lo que ahora son. En este caso, lo muy cojos que son ahora.
Fueron, papá y mamá, recuerdos distintos en otras personas (todos somos recuerdos en alguien): su cojera era distinta también y, desde el relato de mis abuelos, la recuerdo sin estar allí. Por eso quiero escribir esta herencia, porque fabrica presente: el de mis padres cuando eran niños.
Mi abuelo Jesús siempre llevaba una foto de papá antes de ser cojo: su hijo en la cartera nunca cumplió dos años y nunca fue a color. Mi abuelo se quedó también en esa foto, con él. Lo demás fue raro, torpe.
Parecía bueno y enfadica, mi abuela Margarita era más bien sosa y despistada.
Me cuesta entender quién de los dos pensó que era buena idea atar a papá al árbol cuando niño, porque era cojo, pero también rápido.
La abuela María siempre cuenta con orgullo que mi madre era muy buena, la sentaba en la encimera de la cocina y ella se quedaba quieta, tan bonita como era: rubita con rizos y ojos azules, como una muñeca, pero coja, claro, toda su juventud se la dio.
Con el mismo orgullo cuenta cómo mi abuelo Eugenio llevaba el sueldo a casa según cobraba y ella le daba un poquito para tabaco. Él bajaba pocas veces al bar, sólo para encontrar trabajo, así se hacía entonces: esto también lo quiero recordar. Así se presumía, claro como pan duro.
Con orgullo presumo yo de mis padres, que llegaron a tenernos pese a ser muy cojos, ambos, mucho menos que ahora, también: todos aconsejaban que no, cómo iban a meterse ellos, los cojos, en el lío de tener hijos: nosotras supimos hacerlo bien, nos juntamos veloces y salimos-entramos al tiempo, en un parto dos por uno: la vida es una cuestión de saldo.
Entonces papá se movía saltimbanqui con las dos muletas, mamá no llevaba bastón, solo andaba de lado a lado subiendo la pierna distinto: se podían mover. Papá incluso corría y alguna vez amenazó con los bastones en ristre a algún guardia de seguridad que iba a ponerle una multa sin mirar la tarjetita azul de minusválidos, que le dejaba tener el coche en el carga y descarga.
Me gusta recordarle así, un poco bruto, paseando a la perra o sobre el quad, la moto de cuatro ruedas a la que adornó con cacharros sujeta-escobas para poner los bastones.
Lleva meses que se cae moviéndose de silla a silla, intentando ponerse de pie para ir al baño o al ducharse.
La edad se ha acelerado en ambos y eso pinza en el estómago y hace cascotes en los ojos y echa la vista atrás y yo sólo sé intentar pensar la herencia.
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Compartir algunos textos genera dudas: para qué, haciendo dónde, ¿tiene sentido fuera de casa, de aquellos que nos conocen? La respuesta es el bodegón, es la instantánea: el recuerdo pensado, las preguntas escritas, cuando entiendes que el tiempo va a pasar, una manera de aferrarse a lo que importa. Una fotografía que incluye, que trata de incluir, lo que rodea lo que queda recortado en el encuadre: temperaturas, olor, las manos de otros que sujetaban esa memoria que hoy no está: la pausa.
Está todo en movimiento y yo quiero bajar la velocidad de las cosas, recordar el jarrón que tenía sobre una estantería vacía y vieja, mala de contrachapado de madera oscura, la médico argentina tan majísima que nos atendió en el hospital hace unas semanas a papá y a mi, su Sancho Panza flaquita y con memoria: en su despacho, sillas verdes desconchadas que cumplen la función de asiento, eficaces, añejas, los estantes vacíos, acaso algún archivador, una caja de clínex y encima el jarrón de cristal coloreado, simple, concreto, con una sola flor. Me interesa recordar esto, ya no recuerdo qué flor era, pero sí como entraba la luz.
¿Se puede escribir como se pinta?